Traduciendo magia: Una nota de los adaptadores de La Tempestad
escrito por Orlando Hernández, Tatyana-Marie Carlo, y Leandro “Kufa” Castro
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En la diáspora, uno hace un hogar donde nunca imaginó que lo haría—como las generaciones de personas de la República Dominicana, Colombia, Guatemala, Camboya, Cabo Verde y otros lugares que han hecho su hogar en Rhode Island. Así que hicimos un hogar en el texto de Shakespeare.
Primero adaptamos La Tempestad — The Tempest para Teatro en el Verano, una colaboración entre Rhode Island Latino Arts y Trinity Rep que lleva espectáculos gratuitos y bilingües a parques y espacios públicos de todo el estado. En particular, el proyecto conecta con los barrios donde las diásporas latinas han establecido su hogar. La isla de La Tempestad se convirtió en Jenks Park en Central Falls, Dexter Park y la Calle Cranston, Roger Williams Park y La Broa’. La bachata, el reggaetón y el hip-hop de los carros que pasaban se transformaron en la banda sonora de la isla mágica.
Conversamos con estas comunidades y con el texto de Shakespeare fijándonos en nuestras propias experiencias y las de nuestras familias como inmigrantes, y dejamos que estas experiencias guiaran nuestras elecciones de traducción. Por ejemplo, Ariel cambia de código, pasando por lenguas y registros negociando su posición bajo el control de Próspero. Calibán esgrime sus idiomas con una lengua amarga, una herida abierta. Stéfano y Trínculo se hacen payasadas y planean su ascenso al poder. Nuestro público pudo apreciar la belleza, el absurdo y el dolor de adaptarse a nuevos contextos y vivir en múltiples lenguas.
Cuando venimos a los Estados Unidos, a menudo es porque nuestras patrias han sido tomadas o perturbadas, y esto es el resultado de un proceso histórico que aparece en la propia obra original. Próspero llega a la isla y la reclama, subyugando la magia de la isla a la suya. Esclaviza a sus gentes y manipula sus recursos. Shakespeare escribía sobre lo que ocurría en realidad: los colonos europeos estaban haciendo esto a nuestras islas y a nuestros antepasados taínos y africanos. The Tempest formaba parte de un creciente «imaginario colonial» europeo: las narraciones, representaciones y fantasías que acompañan y justifican los proyectos coloniales.

Parte de la labor de los trabajadores culturales consiste en desafiar este imaginario colonial creando narrativas y representaciones que afirmen la presencia de nuestras comunidades, nuestra conexión con la tierra y nuestra libertad. Los colonizadores representan la tierra como vacía, disponible para que ellos la tomen; o deshumanizan a las personas que viven en ella hasta que el exterminio parezca inevitable o justificado. Se encuentra esto en los relatos de los europeos que determinaron que la tierra en la que ahora estamos era el lugar donde vivir sus ideas de libertad, a expensas de las comunidades indígenas que ya estaban aquí.
Puerto Rico, colonia estadounidense desde 1898, vive actualmente una nueva oleada de control colonial y desplazamiento. Ante las medidas de austeridad y las dificultades económicas, muchos puertorriqueños se van saliendo del archipiélago. Tempestades literales como el Huracán María en 2017 han intensificado aún más las condiciones sociales y han facilitado la privatización de la infraestructura pública. Mientras tanto, mucha gente de afuera se va trasladando a Puerto Rico en busca de propiedades baratas, exenciones fiscales y el encanto de vivir fantasías, como Gonzalo, de ser «el rey de esta isla».

Una pregunta persiste al final de La Tempestad. ¿Qué harán Calibán y Ariel después de que Próspero y todos se marchen? Es una pregunta que nos hacemos en el Sur Global —en Haití, en el Congo, en Palestina— y en las naciones indígenas, lugares que fueron o siguen siendo colonizados, nuestra gente explotada y nuestros recursos robados. ¿Cómo superamos estos legados de violencia? ¿Cómo reclamamos nuestra tierra, nuestras historias y destinos? Imaginemos los mundos que construiremos cuando nuestra magia nos sirva a nosotros.